Me dirán que el pos-modernismo ya fue, que ya estamos en la modernidad
tardía. Me dirán que la modernidad tardía ya acabó y que justo ahora
atravesamos la pos-modernidad tardía. O la pos-pos-modernidad-tardía.
Y no faltará genio –en estas tardías épocas modernas hay más genios que
gente- que declare no sin arrogancia: “la pos-pos-modernidad-ultra-tardía ya es
tan antigua como la Antigua Roma”
Poco vale, al fin, el nombre o la
etiqueta, sino el alcance de esta modernidad que se arrastra a cada instante
sobre sus incontables micro-cadáveres.
Yo siento –el amado e infalible sentir- que atravesamos una época de
máxima entropía. Máximo atomismo, máxima disolución, máxima disipación y
ruptura… cada pequeño fragmento despedazado en fragmentos más pequeños; todos,
invariablemente, con un ego gigantesco y pigmeo… y en pié de guerra: irreconciliables,
solitarios, egotistas, desenfrenados, tristísimos, violentos, salvajes. Un
equilibrio trágico. Una sopa oscura, ácida.
Y cada ego disparando, con sus terribles metralletas-escupe-opinión, a
las opiniones ajenas… tan chiquitas todas, tan parciales todas, tan idiotas y arbitrarias.
Pónganle el nombre que quieran, pero el resultado es no santo: no hay
paz.
Millones de deseos esterilizados, millones de fragmentos multiplicados
como virus, ¡escape!, ¡sí!, un escape total de la realidad única, la única verdad
comprobable, lo que viene, el basamento de todo, ¡el futuro!, ¡sí!, ¡viene la
muerte!, ¿sabían?, ¡y no se puede huir!, ¡no hay escape que valga!... no
importa que tan moderno y genio y superado estés: tu futuro es una tumba… ¡que
poco moderno!, ¡que tragedia!, ¡que estéril resulta el tener el mundo en la
mano y a un click de distancia, si al final estás como en la Roma Antigua!: con
un puto pié en la tumba.
Quiero paz. La necesito. Tantos años corriendo detrás de tantos
propósitos falsos e inútiles y al final, el único propósito que vale es lograr
que la Paz anide en el corazón.
A esta altura no me importa el mundo, lo declaro. Arréglenlo, si
pueden, o terminen de destrozarlo, pero no cuenten conmigo.
Cada ideología se suprime con su anti-ideología, y al final es sólo el
desencanto.
Y no hay cambio.