Sí… uno sale a patear -¡por fin!- por las calles del conurbano y se
encuentra con… una clase, una cátedra del horror. Como si de kurtz se tratara,
y de su pagano ejército Montagnard, pero muy lejos del Viet-Nam y de los extáticos
ríos camboyanos; es más, el horror está acá, es argento, hace su aparición a
pocas cuadras de casa, una veintena de calles, detrás de un vidrio de vidriera
cualquiera, cotillón, matracas, globos y cornetas. Y también está el humor, y la
fe, la miseria, la maravilla, el odio, el asco, el ruido, el olor a podrido
perro muerto, las ratas caminando por el piso a pleno sol, las renovadas sintaxis
que nos hablan su parcial –e impuesta- visión del mundo a fuerza de brocha y
salpicré, política y desesperación.
Y bueno, uno también se encuentra con el sexo: tacones altos, labios rojos,
portaligas, brunette… todo allá arriba, en lo alto de lo alto de lo más alto.
“Disponible”, reza el cartel, cruel y despiadado, culo redondo, belleza
puteril, mensaje sólo para machos muy machos.
O para pajeros.
Y hay más: el hambre y la vejez, un chavo del ocho hundido en la
depresión post mortem, “Houdi”… que significa algo así como “ya mismo”… San
Expedito se volvió el santo de la modernidad tardía justamente por garantizar
extrema celeridad en el resultado –usted reza y su pedido se vuelve cierto al
instante- sea cual sea ese pedido: un cambio de sexo, una pizza calabresa en el
Fortín, un embarazo feliz.
En fin, uno sigue insistiendo con el asunto caminata, el sol gira y cae
y llegan las sombras… entonces el negativo del mundo, y su increíble belleza,
toman la posta.
“Gato positivo, Pepe… gato negativo NN, caminando dignamente bajo la
no-enramada”