El año llega a su fin. El trabajo se acumula en el espíritu –y en los
huesos- como un peso muerto que cuelga y se arrastra. Noticias en el diario,
noticias en la radio y en la pantalla de TV. Los “duros y perversos encabezados
de los diarios” licúan la risa fácil, la mano abierta, la levedad, la inocencia…
sí, Luca sabía.
Y esto se refleja en las fotos. Salir a caminar y ver entropía… un
universo humano que se derrumba -¿se derrumba?- a fuerza de malas noticias,
temores, miedos. La muerte en cada esquina, en cada sombra, en la soledad
dominguera de las calles del conurbano.
Y están las flores, sí, siempre las flores.
Dicen que el amor es lo único que escapa a la entropía universal, y yo
lo creo así. Del amor nace la vida, y de la vida ese mecanismo que crea más
vida con los elementos degradados de la entropía… ¿acaso no somos polvo de
estrellas?... ¿acaso nuestra sangre y nuestras venas no están construidas con los
materiales cocinados en antiguas mega explosiones estelares?
Las flores también. El altruismo en el color y en el diseño… y todo
para todos, o para nadie en particular.
Llega noviembre y aumenta la tensión.