“La oscuridad del día es el mejor momento para ver”, asegura el indio Juan
a un extraviado y temeroso Castañeda… luego la ausencia de viento y la calma
chicha, las nubes informes, el cielo estrellado, siluetas, las barcas y el
reflejo, calles distantes, las casitas rosadas allá en lo lejos, botellas, un
perro negro, bares, la calle Pudeto amable y desierta, una hora feliz y el joven
alcohol, el camino asfaltado al mercado-tobogán entrañable, ventanitas
encendidas, restos de la última navidad, catedral multicolor, nido, puterío,
nido, silencio, los perros de las putas, última noche… Ancud, Chiloé, y la
nostalgia que ahoga y llora y estalla en mil sonidos, mil colores y poesías.
Atestiguar es dar entidad, el mundo existe si hay testigo, hay música
si hay sonido en oídos que escuchan… ¿hay galaxias?... ¿están aún esos anillos
en Saturno? ¡es de día!, ¿y las olas del mar?, ¿y la fiesta costumbrista?... a
veces descreo que exista hoy lo que veo en fotos que día a día se vuelven antiguas. Y no, entonces pienso: “ahora
mismo estará la gente caminando por esas veredas, yendo y viniendo del mercado,
los mariscos respirando en las bateas, esperando el fuego, señoras vendiendo
habas y viejecitas cociendo tortillas de papas con chicharrón. Ahora mismo alguien estará
viendo mi fantasma caminando triste -y feliz- por allá, en Chiloé"