Uno pensaría que el perro no es suicida, que la ignorancia del futuro
–y del abismo- lo coloca en un presente cándido y mortalmente efímero… luego, el
tropiezo, el viento en la caída y los ojos como ascuas… y gana el asfalto el
hueso y la carne y la sangre volando en estallido. Y pasan los autos rumbo al
centro, y hacia el oeste corren los otros detrás del sol como desesperados
vampiros redimidos. Y lloran. Y nosotros, que los vemos pasar, lloramos.
Pero primero es… la calavera.
Lo dijo Manuel Chao, lo dijo Don Juan Matus: Ser o no ser es la
cuestión, y no hay respuesta que valga; en la biblioteca de Babilonia a cada
tesis la acompaña su refutación. Existe Dios y no existe dios. Existe el mal y
no existe el mal. Crece el río… y corre rumbo a ningún lado, y a todos, desde
luego.
Y sigue indemne la pared, y ella se regocija en su clímax mientras el
papa saluda desde el triste muro frente al cementerio. Y hay travestis en
tecnicolor, y luz entrando por la herida. Ríos de luz. Me pregunto cuantas veces la Luna.
Cuantas veces la noche, Caseros, un avión, la tormenta, las manchas en el
sensor, las calles infinitas… como todo lo es -¿y nada?-.
Al final todos sabemos que ser libre es lo esencial, sólo que… ¿cómo?...¿cómo se hace la libertad?