La ciudad tironea el optimismo y lo hunde en el olvido... miasmas que
se acumulan en aumento: ruidos, humos, gritos, precios, detonaciones y
espantos. Y la TV que uniformiza la proto-desesperación.
Volver, volver a la ciudad.
¿Donde puede uno resguardarse si no es en una imagen
desconectada de eso que, de tan real, lastima hasta sangrar?
Sólo un recurso, el de siempre: la bendita paciencia -aprender a esperar-
Sólo un recurso, el
de siempre: la bendita paciencia -aprender a soñar mientras el mundo se hunde-