Primero uno se prepara para trascender el mero resultado, se alimenta la electrónica, un calzado fresco, una bufanda multicolor, el sol que asoma entre la lluvia que saluda y las ganas de caminar lo caminado pero con otra mirada, que se pueden infinitas, ya lo sé.
Y se encuentra el silencio al costado de un túnel soslayado con un karma de ausencia de pies, y aunque las aves sean muertas con el corazón arrancado, que esto es signo de desgracia de fe, uno sigue y sigue, y luego el barro y los durmientes y las callecitas de Santos Lugares, que aparecen con un triste brillo dominguero, y esa esquina y ese café... con ese televisor deprimente y futbolero frente a dos porciones de muzzarella y un vaso de tinto sin mucha cuerda, sin mucha sal... un futuro horrendo. Un futuro como una vil metáfora del tiempo, como la desgracia de la soledad, como una pequeña y personal demolición.