Otra vez rumbo al cerebro enloquecido Rocsen desde Mina Clavero. Bajamos del
bondi en Nono y al rato ya nos acompañaba La Tigresa… al principio escapando de
nuestros cariños, pero transcurriendo las horas se fue volviendo dócil, y así
caminamos kilómetros hasta el museo, y entramos un par de largas horas y ella
esperó. Luego, los tres, continuamos rumbo a Los Algarrobos, que viene a ser
como el confín de Nono, o el confín del confín de los confines.
La soledad de las sierras, el cielo, las nubes, la tierra en los pies, la larga caminata.
La soledad de las sierras, el cielo, las nubes, la tierra en los pies, la larga caminata.
Y regresamos ya cayendo el sol.
Cuanto dolor en ese bicho al separarse de nosotros, subiendo al bondi de
regreso. Y cuanto llanto el nuestro, el dolor del dolor perruno ajeno.
Todavía veo las fotos y mi corazón se encoge. Todavía siento sus lanas
duras y tibias en la piel...