Humahuaca... soledad y viento, colores y brumas, eterno presente, un pueblo con otro tiempo que no es el del reloj, es el de la indiada, el de los campos verdes y el del agua roja, el tiempo de abandonar toda conexión con la ciudad oscura y lejana que se pierde entre las pinturas de tanto norte y tanta puna.
Cuando uno descubre ese tiempo que no es el nuestro, el de la civilización, queda irremediablemente herido y para siempre enamorado, esperando retornar a esa tierra de magia, a ese útero que es también una reminiscencia de paraíso perdido, paraíso fecundo y completo y por siempre vacío de ambición que no tiene nada que ver con nuestra civilizada y correcta banalidad occiental, banalidad prepotente, banalidad colonial, asesina e imperial.