martes, 11 de octubre de 2011

Fin de semana en Mercedes

Aprovechando el fin de semana largo y con el fin de escaparle un poco a la hormiga bíblico-salomónica, decidimos con mi mujer salir un par de días del caos porteño, o mejor dicho, del caos que rodea al caos porteño; entonces el sábado bien temprano nos tomamos el 181 hasta Ramos Mejía y de allí el Sarmiento hasta Moreno, combinando finalmente con el ramal Moreno-Mercedes que nos llevó placidamente a destino. Desde la puerta de casa hasta pisar el andén final nos llevó menos de tres horas.
La primera impresión que uno tiene en un pueblo es que los tiempos del reloj son distintos. Yo no sé si Einstein se refería a esto, pero la teoría de la relatividad se cumple evidentemente en el mundo psíquico, el territorio del pensar... tanto o más real que en el mundo fenomenológico.
La segunda impresión es la gente... hablan fuerte, saludan mucho, se toman su tiempo para responderte una pregunta cualquiera (no estoy diciendo que la gente allí sea mejor, seguramente si uno escarba encuentra) lo que digo que es distinta, o más bien, parafraseando a Don Juan, Mercedes tiene su propio tonal. Y luego descubrimos, para nuestra regocijada perdición, que el pueblo guarda un culto exacerbado por la comida y la bebida... decenas de restaurantes, parrillas, pulperías que mantienen su centenaria originalidad y otras reconvertidas a pubs en donde se puede comer una picada con quesos y salames de la zona y beber hasta perder el conocimiento. Y luego todo lo que un pueblo ofrece gratuitamente para un habitante de una ciudad vertiginosa: la convivencia del hoy con el ayer, el respeto por el pasado que se descubre en cada esquina, en una ventana, en la catedral, en la estación de tren. En fin, ideal para bajar un cambio con muy poco esfuerzo. E ideal, también, para hacer fotos.
Las fotos de esta serie corresponden al sábado 8, domingo 9 y lunes 10 de Octubre y están ordenadas, como siempre, por orden de disparo. También hice un poco de video para gifear, pero ese material aparecerá en una futura entrega.
Para terminar, me preguntaba anoche, ya en casa y bastante angustiado, a donde va todo lo que uno hace, lo que uno siente y piensa, donde va el caminar, el ver, la emoción por un cielo o por la mirada de un perro que comparte unas cuadras en el deambular de la noche... y, por supuesto, no encontré respuesta. Porque ya todos sabemos que no la hay:

¿Donde estarás esta noche, perrito?
¿esperando en las vías o echado frente al silo?
¿o tal vez caminado perdido en la calle nocturna y buscando mi espectro?
Pues bien, algo le has hecho a mi corazón con tu gratuita presencia
algo desde tu miedo, mi voz y tu entrega
y aunque nunca más caminemos juntos bajo la luna
ni adivinemos nuestros destinos
estarás siempre allí, anidado, juntos en el recuerdo
hasta que todo termine
y vuelva a empezar, brillante y nuevo,
y te encuentre otra vez en el Tiempo sin tiempo y sin olvido