miércoles, 26 de abril de 2017

Quemchi y Ancud: dos días en un día

La mañana comenzó como todas las mañanas de Ancud: niebla, frío, el humo de las chimeneas trepando hacia lo alto, el sol abriéndose paso lentamente, las gaviotas y los caranchos, mates amargos, yogurth frutado de papaya, pan integral de pita y el próximo destino colgado de un mapa en la pared.
Patear hasta la terminal municipal, subir al micro, comprar milcaos recién fritos y, mientras se come ese manjar, ver pasar el mundo chilote detrás de la apurada ventanilla.
Quemchi al mediodía. Quemchi peligro de tsunamis. Quemchi sin tiempo, sin rumbo ni rutina. Subir entonces hasta el cementerio, por lo menos, y desde allí ver recortada la bahía. Y pensar cosas tan estúpidas como “qué lindo morirse y que te entierren acá”… absurdas melancolías de cepillo de dientes y pasta dental listos para encerrar en la cámara mortuoria por las dudas si hay otra vida… ¿la habrá?
Se acabó el tiempo –tanto relajo-, y entonces, apurados, pegar la vuelta, último micro directo hasta la bella Ancud.
Y ahí, recién ahí, comienza otro día en el mismo día… ¿qué hora es?... ¿cuatro, cinco, seis de la tarde?... ¿hay tiempo?... ¿viene?... ¿se va?... ¿caminamos?... ¿esto es el universo?
Lo cierto es que aparecen los barrios bajos, y las ventanas sin tiempo, y las maderas centenarias, y los gatos y los perros, y otra vez el humo y la gente sonriendo, y las eternas cruces que siempre crucifican, y nubes, piernas, fotos, insectos, un colegio, un caballo, más cruces, los colores, las flores, tapiales, el sol que se cae, todo que se pone amarillo y el océano Pacífico desnudando su horizonte ejemplar, su horizonte con memorias de capitán Ahab y su monomaníaca ballena blanca.
No hay mucho más para decir, aunque sí un interminable sentir (que alguna vez se detendrá, es la regla)
Retomamos por atrás, recorrida entera la larga calle Antonio Burr pasando por todos los miradores del cerro Huihuen, las antenas de microondas y esas solitarias soledades de colina llena de eucaliptos. Y calle Pudeto, la amada calle Pudeto.
Finalmente casa, ducha, pava, mates, imagen de TV, cena y cervezas.
La noche otra vez.