sábado, 27 de septiembre de 2014

Ocho escenas de un fragmento temporal

"Todas las artes aspiran a la condición de la música", dijo el lúcido viejo pensante; y unos años más tarde, como el sonido, el viejo se detuvo y se volvió absolutamente intangible, inasible, transparente.
¿Una semana?, ¿seis días, diez?, puede ser: aplausos en un film de noche; una caminata desde Chacarita hasta el bajo; una mañana musical; la preparación de las clases antes del cadalso; la soledad del humo a media tarde; la primavera en las hojas; la pizza en "El Fortín" y la danza de los fantasmas -eso somos: fantasmas-.
Y también atestiguamos la maravilla de lo creado.
Atestiguar, reproducir, escribir unas palabras y cerrar... no mucho más se puede en la vida si uno intenta escapar, adrede, de la zanahoria del poder.
La fotografía es una marca en el agua del tiempo, una marca condenada, como todo, al olvido.








domingo, 14 de septiembre de 2014

Las exigencias en tres tiempos

Los días se suceden y todas las cosas se montan a caballo de los días que, inexorables, se mueven hacia el irrelevante misterio del pasado y del futuro, que es la nada.
Detrás, la nada... delante, la nada.
Pasado, futuro... y el presente que se esfuma.
Cielos, gato, nosotros, tormenta, el fuego, un ojo en el cielo.
Dividir en tiempo en tres habilita el objetivo y la razón, el resultado, el premio al competitivo esfuerzo, una escala de valor por sobre todo, una moral y un podio, una pobre traducción, una soga al cuello cada vez mas tirante y, finalmente, la derrota.
Y estar derrotado es creérselo.
Desde la escuela primaria, desde la boca de maestras tan ácidas como esa tiranía gratuita que brota desde el lamentable poder que nunca se posee, la triple división temporal: -"alumnos, el tiempo se divide en tres: pasado, presente y futuro"-
Yo no sabría que hacer con mi pasado ni sabría que hacer con mi futuro.
Y el eterno presente es lo único que hay en juego.
Juguemos...








viernes, 5 de septiembre de 2014

Las sombras, el cemento y las zanahorias del azar

Gratuitamente dibuja el azar sus sombras sobre cualquier esquina, y es la misma gratuidad del verde y desnudo pulmón que filtra el aire que respira aquel que dispara la cámara mientras piensa en la zanahoria del final... -la zanahoria es el resumen perfecto de la ideología capital-.
El profeta ya sabía, mil años antes de la Cruz, que terminaríamos como hormigas, acumulando grasas entre los huesos para pasar el invierno.
Yo no quisiera.
Se necesita atrapar esa luz, esa felicidad que sólo se aprecia en aquello que es hermoso porque, entre otras razones, no cotiza en bolsa.
Casi todo está en venta: la religión, el horno y el pan, el néctar de la vid, el sexo seguro, la moral y sus pequeñas moralinas patrioteras, el éxito del podio, la gloria.
Y lo demás, transparente e ignorado, las sombras de ese azar que se resiste al mercado, es el único alimento real.
Alimento orgánico, sin grasas trans ni pesticidas de cagada.
Garantizado.