viernes, 31 de marzo de 2017

Isla de Chiloé: de Puñihuil a Pumillahue

La nada. Bueno, no tanto… la nada civilizada. Tres casitas, nubes blancas, pelícanos, el océano pacífico todo alrededor, amarillos dientes de león, cuervos muy negros, patos emigrando, cables, postes, más casitas, un pino… sol… el océano… polvo… vacas… perros… insectos... silencio que se escucha.
Esa gloriosa nada llena de todo que tanto se extraña en la excesiva ciudad.
Un polvoriento camino de tierra desde la costa de Puñihuil hasta la bahía de Pumillahue. Cinco o seis kilómetros. Las gigantes hojas del Pangue a la vera del camino, y las piernas que suben y bajan, llegan al mar y dan curso a la mirada que contempla y que quiere hacer suyo, para siempre, ese paisaje.
Imposible.
Nada es de nadie, o sólo el momento que es, ese eterno presente en donde todo resulta ser ahora.
Regresamos a nuestro momentáneo nido en Ancud ya muriendo el atardecer. Y todavía era presente.
Aún lo es.


















jueves, 23 de marzo de 2017

"Disponible" (una cátedra del conurbano)

Sí… uno sale a patear -¡por fin!- por las calles del conurbano y se encuentra con… una clase, una cátedra del horror. Como si de kurtz se tratara, y de su pagano ejército Montagnard, pero muy lejos del Viet-Nam y de los extáticos ríos camboyanos; es más, el horror está acá, es argento, hace su aparición a pocas cuadras de casa, una veintena de calles, detrás de un vidrio de vidriera cualquiera, cotillón, matracas, globos y cornetas. Y también está el humor, y la fe, la miseria, la maravilla, el odio, el asco, el ruido, el olor a podrido perro muerto, las ratas caminando por el piso a pleno sol, las renovadas sintaxis que nos hablan su parcial –e impuesta- visión del mundo a fuerza de brocha y salpicré, política y desesperación.
Y bueno, uno también se encuentra con el sexo: tacones altos, labios rojos, portaligas, brunette… todo allá arriba, en lo alto de lo alto de lo más alto.
“Disponible”, reza el cartel, cruel y despiadado, culo redondo, belleza puteril, mensaje sólo para machos muy machos.
O para pajeros.
Y hay más: el hambre y la vejez, un chavo del ocho hundido en la depresión post mortem, “Houdi”… que significa algo así como “ya mismo”… San Expedito se volvió el santo de la modernidad tardía justamente por garantizar extrema celeridad en el resultado –usted reza y su pedido se vuelve cierto al instante- sea cual sea ese pedido: un cambio de sexo, una pizza calabresa en el Fortín, un embarazo feliz.
En fin, uno sigue insistiendo con el asunto caminata, el sol gira y cae y llegan las sombras… entonces el negativo del mundo, y su increíble belleza, toman la posta.
“Gato positivo, Pepe… gato negativo NN, caminando dignamente bajo la no-enramada”




















martes, 21 de marzo de 2017

Aquel presente en Ancud, Chiloé

Arranca la mañana pasadas las once –arranca en ese presente antiguo tan presentemente igualito a éste en el que escribo- con lluvia, viento, frío, chubascos. Detrás del vidrio la escena Ancud: los cables de la calle Pudeto, las casas de la ribera opuesta a nuestro río-acera, el humo de las chimeneas bailoteando entre la incesante garúa y la enramada de los pinos, el mar adivinado detrás del pueblo y de la espesa niebla allá en la lejanía.
Y el nido, entrañable, íntimo, pasajero como todo lo es.
Más tarde una caminata bajo un cielo incierto, un museo –otros presentes desaparecidos-, gaviotones sin rastros de miedo, ecos del pobre Invunche, nubes-jirones que se abren como bichos de océano profundo… y flores que se encienden bajo la estrella que asoma, y el color.
El maravilloso color.
¿Y qué más?... ¿cuantas palabras hacen falta decir –o callar- para transmitir una emoción verdadera, una nostálgica sonrisa o un puñado de lágrimas dichosamente derramadas?
Ya basta. Que hablen las imágenes hasta que llegue la noche, hasta se encienda el fuego, se cocinen los bichos, se descorche el vino y brillen las estrellas.