sábado, 31 de agosto de 2013

Ese brillo en sus ojos

Tal vez haya preguntas imposibles de responder. No intento, pero sospecho que una de esas respuestas podría estar oculta en el brillo de sus ojos.
La mirada da cuenta de la vida, no la piel, ni las piernas, ni los brazos ni el cabello... la vida y la muerte se revelan y se expanden desde esos globos vibrantes y extraños, geografías de éxtasis multicolor que cambian y varían como varían las huellas de los dedos.
Tus ojos me han contado más de tu interior que el silencio de tu boca. En el principio no hicieron falta las palabras, sólo ese delicado brillo femenil que, aún hoy, me sigue invitando a la fiesta de tu fueguito interior.
Aún sobran las palabras, las preguntas infinitas...
Veo sólo una respuesta brillando en tus ojos.
La única necesaria.

Paronama desde el bondi

Una noche el 123 atraviesa las calles de Villa Lynch llevando entre sus butacas a silencios vigilantes, un señor exultante lleva un overol... señoras rubias espían con temor a la jungla externa que cobra vida mientras las horas se deslizan junto a la luna sobre el centit y hasta el próximo amanecer. A mi lado, chica mandolina; en mis manos, la cajita de atrapar luz... pero hay alcohol en el sistema; las conexiones abultadas y complejas como autopistas energéticas formadas por una trillonada de nadis hindúes -y por muzarella- pierden las capacidades de momento...
Rayas. Globos platinados. Un color escarlata todo alrededor.
Y risas infinitas diciendo adiós a otro año que se va y no regresa, otra vez el planeta azul en una vuelta completa girando y girando todo alrededor del sol.
Un momento. Todo es sólo un momento, un bello instante entre infinitos.

jueves, 22 de agosto de 2013

Chica mandolina

Chica mandolina posa frente al sol el mediodía de domingo... entre sus manos una mandolina boliviana con reminiscencias renacentistas, brillante vibración de doce cuerdas, madera corazón de las angostas callecitas en tránsito por La Paz.
Chica mandolina ve su inspiración en el cielo de lo alto; tal vez un recuerdo de verano, una brisa o un color; una sombra parece atravesar su mirada, pero hay tanto en los ojos de chica mandolina, tanto y tan profundo, que casi todo puede ser.... o tal vez no sea nada.
Chica mandolina juega con sus sonidos sin ánimos de ganar ni de perder, ni pretende lograrlo siquiera. Ella escapa de esa necesidad que es prisión, no se perturba si no convence, no se envanece si emociona.
Chica mandolina fluye.
Chica mandolina, finalmente, deja las cuerdas sobre la mesa de tiempo y de cartón y carga su trampa de luz rumbo al infinito... necesita atrapar el espectro una vez más, una nube o un calor, el reflejo de la vida respira entre sus dedos, respira una vez más...

lunes, 19 de agosto de 2013

El espejo y los santos

Lunes feriado, o sea, hoy. Estábamos sentados en la heladería "Copo de nieve", justo enfrente del santuario de Lourdes, en Santos Lugares. Terminamos el helado y nos vimos reflejados en el espejo muy limpio de la heladería, sobre los tachos y sobre el heladero. A la derecha superior de la imagen, un Cristo triste y recortado. Vi nuestro reflejo y la calle detrás, la gente entrando y saliendo del templo, los autos pasando a nuestras espaldas. Hice dos tomas. En ésta, que es la que más me gusta, justo pasa un 343, la rueda amplificada sobre nuestras cabezas como una aureola de santos... ¿seremos?

El templo

El templo se levanta otra vez frente a mis ojos. Sus muros son antiguos, fríos y de piedra. El sol, alto aún, juega con sus vitrales multicolor y los contornos de sus santos entronados en el pasado se derraman con brillo tornasol sobre los orantes reclinados y silenciosos. Al fondo y detrás del altar, una imagen, una virgen superior de una belleza suprema, levísima, femenina y sutil hasta el erotismo.
Y hay sombras. Y ecos de pasos y crepitar de cirios que, tal vez, quemen y purguen viejas y nuevas culpas que no tardarán en renovarse.
El templo otra vez frente a mi. Un espacio que parece ser espacial, profundo y sideral.
Y Dios. Todo dentro y fuera y cerca y lejos y siempre e infinito.
Dios... el universo escrito con el lenguaje mudo y perenne de Su amor.

jueves, 15 de agosto de 2013

Gato zen

El gato de mi vecina se llama Panda, suele salir a diario y recostarse sobre el tapial a esperar que salga el sol y le caliente el lomo. También le gusta olfatear la brisa... cuando lo hace entrecierra los ojitos y estira el cuello hacia arriba, como tratando de atrapar con la nariz una corriente de aire superior. Panda acostumbra a pasarse horas contemplando a las sombras del ficus danzar en la pared o espiando a los zorzales saltar de rama en rama. Usualmente se queda dormido en medio de esas actividades, una pausa en la gran pausa de su vida. Una vez, de tanto relajo, se cayó desde el tapial a mi jardín, y sólo se despertó en el momento del impacto... -aún dormía mientras caía hacia el suelo-.
Así es la vida de Panda, sencilla y con muy poco sobresalto. Sólo se dedica a estar ahí, observando la vida doméstica fluyendo a su alrededor con la inexorabilidad del río. Otra vez lo descubrí dormido sobre el mismo tapial de siempre pero bajo una lluvia torrencial... parecía no estar enterado del chubasco que se abatía sobre su lomo.
A veces, cuando voy por la caótica ciudad persiguiendo mis minúsculas metas de extrema importancia, me acuerdo de Panda. Pienso en el gato que en ese mismo instante estará echado entre el zumbido de los insectos y la brisa, tan ajeno a mi mundo caótico y civilizado como lo estoy yo de sus envidiables niveles de relajación y de entrega a lo que es.
La imagen es de hoy a la mañana.
El aún sigue ahí. Ahora duerme.

domingo, 11 de agosto de 2013

Una noche en el paraíso

La noche del 22 de enero fue una noche de cerveza boliviana y de vino tinto; del humo de unos cigarros muy raros encontrados en un cajón del hotel solo; de banda de sonido de millones de violines interpretados por millones de grillos, ese sonido que es silencio que suena... y de oscuridades dichosas, y sombras quietas, y vos y yo susurrando entre los besos y la soledad y la charla, tan lejos del origen frente a cerros invisibles e infinitos pero poblados por pequeñas luces brillantes, delicados faros que dan cuenta de los nidos distantes... hogares gloriosos en donde se puede adivinar una familia que sueña, un huerto bajo los astros, una comida caliente, un fuego encendido, el crepitar de la madera y la llama.
Coroico es, tal vez, uno de mis lugares en el mundo. Me duele su recuerdo porque me duele el rugido del 123 que pasa raudo por la avenida mientras escribo.

lunes, 5 de agosto de 2013

Ese perro

De repente apareció moviendo la cola, caminando alrededor, viéndonos hacer fotos; luego nos acompañó un par de cuadras y entonces entramos en la panadería... y bueno, nos vio masticar y le dimos un par de bizcochos y algo de cremona... y se quedó. Más tarde nos empezó a hablar, o a intentar hacerlo, a contarnos una historia entre gemidos y ladridos angustiosos y festivos a la vez. Tal vez la historia de la moto o del auto que lo atropelló y lo dejó así, todo el chasis torcido y las patitas, por momentos, pisando en ángulos extraños. Vaya uno a saber. Lo cierto es que sólo fueron dos o tres horas, a más tardar, que estuvimos los tres juntos, en sintonía, deambulando por las calles de tierra bajo el sol de la tarde, rodeados de silencio y de pájaros y ramas y tapiales antiguos desdibujados de soledad. Muchas veces lo acaricié, hasta que se revolcó en una osamenta fresquita. Más tarde vimos a esa gente esperando en una esquina y adivinamos el bondi de regreso a Bragado. Y preguntamos, y sí, en diez minutos el bondi a Bragado. Y el perro, ese perro, ahí descansando de la caminata a nuestros pies, aún sin sospechar nuestra partida, aunque yo ya padecía su definitiva ausencia.
El bondi llegó, una combi. Lo miré y le dije chau, el corazón roto. Creo que intentó subir, hubo un movimiento en ese sentido. El chofer cerró la puerta y arrancó, entonces escuchamos su protesta, su gemido implorante a sus amigos humanos que, otra vez, lo dejaban solo.
Ahora debe estar ahí, bajo las estrellas, recostado enroscadito en algún zaguán de Mechita.
Cuanto me duele ese perro, cuanto.

jueves, 1 de agosto de 2013

Mary Carmen

Sábado por la noche, tabla de carnes a las brasas, segunda botellita de tinto, restaurante Mary Carmen, en Villa Pueyrredón... escenario del comienzo de nuestro amor.
Mucho ha cambiado desde entonces, mucho y para mejor; llegando casi a los siete años a veces me parece que lo nuestro recién comienza.
Lo único que siempre se acaba irremediablemente es el vino...