miércoles, 25 de septiembre de 2013

Una mañana

Se puede llegar, se puede recorrer, se puede elegir la cama, el baño, el horario y la comida que comer... se puede caminar, se puede permanecer sentado, mandolina en mano, contemplando a una miríada de gallinazos revoloteando círculos en las alturas distantes mientras se pulsan las cuatro cuerdas triples, bolivianísimas cuerdas triples, como si no hubiese un verdadero apuro, un punto límite, un futuro.
Pero lo hay. Siempre.
Esa mañana es una de las mañanas de la vida. Hermosa, clara y dolorosa... única. Y sin embargo, como hay un futuro, hay que partir.
Ahora mismo, mientras escribo, estarán esas sillas vacías -o no- frente a esas montañas bajo la luna.

domingo, 15 de septiembre de 2013

El bicho tornasol

Ecos de griterías resuenan entre las vigas de cemento de la estructura cuasi religiosa, populosa, maderamen curtido bajo la garúa finita y fría, ícono de la desesperación de la pelota, tótem vacío de contenido, vacío lastimoso que rellena los cerebritos casi vírgenes con tanta basura absolutamente irrelevante.
Pero anoche, en La Paternal, cientos de personas, machos casi todos, soñaron con un gran bicho colorado que se fue tornasolando hasta tener los colores del otro mundo, los colores del hongo atómico, colores travestis, féminos, colores de medias de nylon y de tacón.
Muchos, dicen, despertaron a los gritos. Otros llorando. Algunos pocos salieron a la noche helada y caminaron hasta el estadio para ver si aún estaba allí. Quisieron, esos pocos, saber si aún les pertenecía...

domingo, 8 de septiembre de 2013

Desolación interior

¿Cómo se vería un alma olvidada, un alma sin luz, sin alimentos, apagada y detenida, sin tiempo y sin movimiento hacia algún objetivo?
¿Como se podría iluminar esa desolación interior?
La imagen evoca miedo... y tortura.
Una lámpara sola por siempre encendida, soledad húmeda, ecos, cemento, color y encierro, hierros y columnas.
Una dependencia policial en la lejana San Martín.
Gente trabaja allí. Esa gente nos vigila, nos corrige y cataloga y nos elige para ejemplificar-nos.
Esa gente, poderosa e indigna, trabaja allí.
¿Su trabajo?
Electricidad y esposas.
El horror, dice Kurtz -lo está diciendo ahora-... el horror.