jueves, 17 de agosto de 2017

Estamos cerca

Desde que se nace se siente la cercanía... uno berrea, mama, llora, moquea, observa, enfoca, crece, se arrastra, gatea, una rodilla y luego la otra, más y más esfuerzo en una lluvia de impotencia hasta que firmemente y con esfuerzo, se para en dos piernas. Al fin de pié, y por vez primera, ignora que está solo.
La soledad de pié, si alguna vez llega, es a futuro, y aveces, sólo por breves e iluminados momentos... si es que llega. En el medio suceden la fe y el abandono, la tristeza y la derrota, la maravilla y el desencanto, el amor... esa mínima sapiencia, pausa, trabajo duro, odiado deleite. En la balanza, dos pesas: el amor en un plato, y en el otro, el miedo.
El miedo y el amor, ahogo e inspiración, una pieza cerrada y vacía... y de pronto la mínima luz de una candela. Sólo una pequeña llama basta.
Sólo una chispa.
No tiene entidad la oscuridad, dicen los sabios de ayer, y yo les creo.
Ellos me hablan desde las nubes, desde la lluvia que tamborilea sobre las chapas del techo que me protege y me acuna, desde el silencio y el alimento, desde el fuego, desde las firmes paredes de polvo... sí, las paredes de este orbe -espejismo- cotidiano -el único- que me rodea.
Estamos cerca.
El mundo, o el universo que lo contiene, no expresa ninguna ideología, porque no se explica.
El cosmos es indiferencia y maravilla.
Estamos cerca, y yo le creo.
Es la fe.