miércoles, 31 de diciembre de 2014

La aparición

El monótono canto del reloj nos sacude desde el ensueño. 
Aclara. 
Se corren las sábanas, se abren las ventanas, se calienta la pava, se ceban los últimos mates amargos del año que se va para no volver.
Y, bajando desde la escalera, la aparición.
Vos te estás yendo y el gato en la ventana, una pregunta sobre mi soledad, necesidades, el silencio, nada, perder el tiempo, fin de año, el sentido del sinsentido, ley de entropía universal, fluír como el agua, fluír como el tiempo.
Nadie sabe donde va ese viento que, sin embargo, sabemos que está acá.
El pequeño animalito nos ve desde lo alto la mañana que te fuiste... dos mañanas atrás.
Pero hoy llueve, y ahora mismo estarás...
Hoy llueve y ahora mismo el gatito estará...
Ahora llueve, y yo escribo.


domingo, 21 de diciembre de 2014

Primera luz

Dejar la cama, bajar las escaleras, correr las cortinas y ver la primera luz de la mañana.
Y la actividad que, a toda marcha, empieza con la salida de la estrella.
Luego el reloj: una hora determinada.
Y el calendario: un día determinado.
Y las implicancias del día y del horario... la presión.
Detrás del vidrio el limonero y los zorzales, las torcazas y la brisa, el pino...
De este lado, el cronograma: estar para cumplir.
Hemos logrado contaminar el presente con esa idea de tiempo, de río, de sucesión. Atrapados, inexorablemente domesticados, recurrimos al injerto para dar fruto.
¿De que cualidad?
¿Podemos escapar?
¿Que hora es?
¿Cuanto falta?
Me muero, regreso, dime, canta, sexo, color.
Otro año que termina:
estoy, como todos, en la eterna presión.
Acaba de amanecer,
pero ya llega el mañana.

sábado, 13 de diciembre de 2014

Los demonios

Viven en nuestro mundo, se reflejan en nuestros espejos, lloran, ríen, trabajan, odian, corren, aman, procrean, nacen y mueren.
Y, como todos, se preguntan por la verdad.
Nunca una regla vivió más que su excepción, y así les sucede a los demonios.
En tiempos inmemoriales los hombres convirtieron La Palabra en persecución y atadura, y entonces los demonios existieron.
Están aún entre nosotros, caminan en nuestras calles, llevan sus niños al colegio, esperan en las puertas de nuestros templos, esperan la misericordia.
No la de Dios, que los ama y, por eso, los ignora.
Esperan la nuestra.