martes, 23 de octubre de 2012

Caminata nocturna bajo la lluvia

Primero la caminata bajo la garúa triste de un lunes desesperante como todos, desde Caseros hasta las tierras de Cadore; luego unas porciones de tarta en el "Bellagamba" de Villa del Parque, regadas con gaseosa y agua mineral. Y las palabras y los besos y las fotos entre el viento, y la risa que todo lo puede y la añoranza de otras latitudes siempre intactas en la memoria, latitudes saladas que esconden, tras los altos edificios, el rumor del mar y la montaña y el olvido; y ese suspiro que aparece encendido en un ensueño de horizonte y de nieves y picos... y de pastas con mariscos y vino tinto a pocos metros del puerto.
No hubo tanta suerte a la vuelta: la lluvia como baldes y los paraguas impotentes y las medias mojadas hasta el hueso, pero no importó... para cuando llegamos a casa el bajón era una anécdota y el recuerdo presente el de tu boca y tu sonrisa.




lunes, 22 de octubre de 2012

Encuentro Taller de Creación Musical 1 (5)

Otra vez en Morón, en lo de Moni. La composición avanza con sus silencios a cuesta y ensamblados como un elemento más.
Pienso en cuanto sentido adquieren saberes otrora ignorados y que la práctica -y la filosofía contemporánea del acto creativo- llena de significados, siempre más allá de los resultados.


Adiós a Navarro

Esa mañana salimos de la cama y nos fuimos directo al salón comedor para desayunar; luego dejamos el hotel previa llenada del termo, y salimos caminando hasta la laguna en plan de despedida antes de partir.
Pateamos por la ruta hasta el restaurante del Golf Club y desde allí regresamos, cruzando el puente prohibido, bordeando el agua desde el extremo, justo donde comienza el balneario.
Es el último domingo de las vacaciones de invierno... en los alrededores de la laguna las familias están apiladas a montones, encendiendo el fuego para hacer asado y jugando un fútbol improvisado; los chicos corren en grupos desbocados, riendo salvajemente y a los gritos; las señoras gordas arman sandwichs multicolor siempre excedidos de mayonesa, como debe ser;  jóvenes parejas matean y rascan una viola entre besos tempranos, las birras están destapadas y los tintos dudosos servidos en vasos plásticos; nuestros amigos perros caminan todo alrededor mangueando comida a los humanos reinantes -uno de ellos nos reconoce y nos acompaña un par de cuadras-, el sol de mediodía brilla sobre la laguna con destellos de ensueño mientras los botes echados en silencio esperan la época de pesca... en fin, día de fiesta, día de reunión navarrera y dicha. En esa caminata fumé mi último cigarro. Y dejé en el recuerdo -y para siempre- las vacaciones invernales del 2012.
Luego cruzamos en silencio la ciudad muda de siesta hasta la plaza, y al rato nos subimos al 136, que en unas horas nos dejó en Merlo. Y allí trepamos al tren Sarmiento, que logró, en su imagen de descarada miseria, destruír el espíritu festivo que todavía lograba sobrevivir en nosotros...



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martes, 16 de octubre de 2012

La necesidad de lo sagrado

Cuando falla todo lo demás, el alcohol, la comida, el sexo, el humo, las estrellas, las películas, la guitarra, la guita, las fotos, el viento, la lluvia, las sonrisas, la calle, tu piel, los libros, los amigos, la mañana, el bosque, el tren, las vacaciones, la pizza, la música y las palabras, entonces necesito una dosis de lo sagrado.
Acto seguido, puedo optar por distintas soledades. Por ejemplo, puedo cerrar todos los libros y meter el bocho en "El sermón de la montaña". O puedo descolgar el teléfono, desconectar el timbre, apagar la PC y entregarme con cuerpo y alma a la salmodia de David y sus salmos a la luz de una vela, quemando incienso y mirra a discreción. O, como hoy, puedo ir a presenciar Misa y comulgar.
Dicen que el sol sobre la piel sintetiza una vitamina cuyo nombre es "K". Sólo la luz solar tiene esa propiedad que es también una capacidad. Puedo asegurar que el ejercicio de lo sagrado sintetiza en mi ser una vitamina que nada ni nadie más puede aportar. No hay poder sobre la tierra capaz de darme eso que me aporta, sui generis, la fe en Dios. No intento volverme santo, lejos de mí semejante impiedad. Lo que intento es no olvidar la magia, aunque la ciencia y la modernidad la nieguen.
Yo no puedo permanecer mucho tiempo respirando sólo en el mundo de la razón... simplemente me ahogo. Necesito de esa fe imposible. Soy un recinto de lo imposible, un templo, un conducto de la magia, un cable, un caudal, una posibilidad. Soy esa semilla zen que muere por el árbol que no verá pero que, en su muerte, es.

domingo, 14 de octubre de 2012

Bolivia en Buenos Aires

"Más de diez mil bailarines organizados en 26 bloques conformados por alrededor de 70 conjuntos folklóricos llenaron de color, danza y música las calles del centro de Buenos Aires. La Entrada Folklórica “Integración Cultural latinoamericana” de la comunidad boliviana residente en Buenos Aires mostró la diversidad de nuestro arte folklórico"...
Llegamos junto con la noche, justo con los fuegos artificiales. Atrás dejamos las tierras bosteras y la niebla del riachuelo para encontrarnos, en avenida de Mayo, con la danza y el color, la sencilla alegría de un pueblo que, con una férrea -y envidiable- identidad cultural, ya está instalado entre nosotros.
Bolivia en Buenos Aires, miles de felices danzantes con sus orquestas y su piel con color a tierra en un festejo que excede las fronteras y las banderas, harto antojadizas.
Emociona que estén tan a gusto entre nosotros. Ojalá esta unión latinoamericana, tan necesaria, se profundice y perdure en el tiempo.






La Boca del Riachuelo

Seis años pasaron desde la última vez que caminamos por esas latitudes, un asalto a medianoche con violencia y bajo una lluvia atroz nos quitó casi definitivamente el deseo de volver. Pero como el tiempo todo lo borra, regresamos -un poco en ascuas- para asistir a la inauguración de la muestra de Alberto Giacometti en Proa. Y antes y después de sus enigmáticas esculturas, nos sumergimos en los alrededores del barrio de la bombonera, oscilando entre el rechazo de tanta turisquería de pose y armado digital -uno llega a detestar a Gardel en una tarde- y el espanto de la vida pobrísima reptando al borde de lo liminar, con toda la amenaza que en ello respira. Las imágenes son pocas, ver cientos de personas haciendo fotos como hormigas con sus máquinas en mano logra cohibirme el deseo hasta la disolución total, casi como una orgía compartida en varios idiomas y en formato jpg.
Para no tentar la suerte, convinimos en rajarnos al caer el sol; entonces caminamos desde el puente Avellaneda, todo derecho por Almirante Brown, hasta el Centro porteño, dejando atrás el parque Lezama, el Caminito y tanto Maradona grafiteado hasta el hartazgo por ahí.