viernes, 27 de abril de 2012

Cuatro gifs en el 123

El bondi es el 123 cuando parte desde la terminal, frente al cementerio de la Chacarita, rumbo a Caseros; yo estoy sentado en las filas de uno y sobre el asiento de la rueda, casi a la altura de la puerta. Hay dos velocidades en estos cuatro gifs, ninguna la real. El primero es al triple de la velocidad original, los tres restantes seis veces más rápido. El segundo es la pista completa, el tercero -como el primero- intenta ser un infinito, el cuarto es un loop reversible, literalmente el bondi, al frenar, arranca marcha atrás hasta el punto primero, como Zarathustra-eterno-retorno; esto sucedió el miércoles último por la noche. 

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martes, 24 de abril de 2012

Agronomía por la tarde y Chacarita de noche

El sabado del fin de semana anterior recibimos la visita de Boris; por la noche cenamos hamburguesas caseras y luego, mientras veíamos "El señor de los anillos", tomamos helado de Verona -una cagada ese costoso helado de mentira-. El domingo, a eso de las 16hs, salimos de casa para encontrar un pool por el rioba, pero fué en vano. Entonces nos subimos al ferrocarril Urquiza con el propósito de patear un poco la pelota en el parque de la Agronomía; también caminamos e hicimos unas fotos de grafittis, y desde allí y al caer el sol nos fuimos caminando derecho hasta Chacarita, en donde Santa María se encargó de las pizzas y las empanadas y la cerveza y el moscatel helado. A Boris lo pasó a buscar la mamá por la pizzería, y nosotros continuamos por ahí, haciendo fotos bajo las farolas amarillas en la profunda noche solitaria, pero eso es otra entrada.

lunes, 23 de abril de 2012

De Caseros a Hurlingham en la tarde del domingo

Desde la perspectiva de hoy lunes, el domingo casi pudo zafar de su identidad de fútbol y de machos manguereando el auto en la vereda, porque caminando desde Caseros hasta Hurlingham y rodeando todo el perímetro del colegio militar de la Nación, no encontramos autos, ni veredas, ni mangueras, ni fútbol. Claro, encontramos milicos. Y ya todos sabemos que son bien machos.
Pero como uno pasa y siguiendo ese paso se va hacia su propio rumbo, no importa tanto el fisgoneo militar, aunque hay que reconocer que es muy fuerte la experiencia del batallón y sus trincheras y sus cascos como colmenas en la tarde del día más inestable de la semana. Me dirán que el lunes es peor, y lo es, por supuesto, pero nunca el lunes es inestable... sencillamente el lunes es siempre un bajón.
Al llegar a Hurlingham, tierra de los orígenes de Sumo y de mi primer escuela secundaria -de la cual fuí expulsado-, uno percibe que una decadencia silenciosa fué tomando posesión de todas las cosas, reptando lentamente como un reptil durante los últimos veinte años... todo Hurlingham hoy adolece de una capa de basura eterna que ya es parte del deprimente paisaje, y cada pared, y cada cartel, y cada esquina, y cada calle que uno transita pide a gritos una nueva mano de pintura, por lo menos para combatir un poco esa herrumbre que todo lo somete a su triste desencanto.
Al dejar atrás la zona más cruda que es la que habita en los alrededores de la Goodyear -y es también la más rica a nivel fotográfico-, la cosa se pone peor, porque empiezan a aparecer esos barrios ingleses de clase media-alta venida a menos que no aportan nada significativo a la hora de encuadrar y apretar el botón del disparador; uno puede imaginarse, mientras camina en sus veredas, esos interiores de porcelana y de mármoles partidos entre vestidos con puntillas de la abuela, botas de montar y botellas de whisky escocés siempre vacías, y el buenos Aires Herald sobre la mesa en el gazebo del jardín, mientras se leen las noticias y se sueña despierto con los frutos de la caza.
Cuando llegamos a la estación del San martín, la luz ya había partido; entonces caminamos hasta Roca y nos subimos al 53, que nos dejó a una cuadra de casa.