miércoles, 19 de diciembre de 2018

¿Te potencia o te debilita?

Uno insiste con el escape, pero siempre termina en el mismo punto: al principio del recorrido. Como un perenne círculo de quintas van pasando los segundos-quintos-primeros, sostenidos y bemoles en crescendo hasta que nada queda en la clave, y otra vez el re menor séptima, el dominante y: do mayor... a apretar el cinto y apretar las muelas: volver a empezar.
Sin embargo, como decía, uno insiste, y tropieza una, diez, cien veces, con la misma puta piedra. Eso es, también, ser humano: caer y caer, Zaragoza y el pozo.
Pero bueno, se sale a la calle -y van...- y aparece el cartelito:
"¿Te potencia o te debilita?"
Me lo pregunto, te lo pregunto, nos lo preguntamos.
¿Hay respuesta?
Sí, la hay.
Una sola cosa no debilita en este sucio valle de lágrimas: caminar a la velocidad que propone la vida, ni más rápido ni más lento, ni más ni menos.
Pero claro, si uno camina a esa misma velocidad que propone la existencia, ya no se pregunta si potencia o debilita. De hecho, no se pregunta nada: no hay preguntas, no hay respuestas, no hay dudas ni pensamientos: hay entrega, paz, dolor en la dicha, y dicha en la melancolía. Hay amor.
Y desaparecen, por arte de magia, las tropezadas putas piedras.
Cuando se camina en simpatía con el devenir, hasta las piedras son amigas, y no hay dudas ni error en el tropiezo.