lunes, 27 de febrero de 2012

Cachi adentro (1)

Luego de bajar del cementerio en lo alto nos fuimos caminando por un camino de ripio hacia la derecha con destino a Cachi adentro, que se encuentra de Cachi a unos cinco kilómetros hacia el oeste. A los pocos minutos de patear nos fué cubriendo la tormenta que ya veíamos desde la cima del camposanto y un rato después comenzó a llover con unas gotas gruesas y heladas... unas nubes negras y amenazantes flotaron sobre nuestras cabezas dejando caer unos refucilos eléctricos y potentemente majestuosos que me llenaron de espanto... temí verdaderamente que nos iba a alcanzar un rayo. Pero en una vuelta del camino aparecieron caminando en sentido contrario una parejita de jóvenes lugareños que al ser consultados por mi temor se miraron y se echaron a reír, literalmente se me cagaron de risa en la cara -mucho noticiero dieguito, pensé-... entonces me relajé, Paulita se relajó y continuamos bajo la lluvia caminando rumbo a Cachi adentro. Esta es la primera parte de ese maravilloso e inolvidable lugar en donde el tiempo lineal del reloj desaparece entre las cabritas, las distantes montañas nevadas y los tomates rojos de las huertas. 

domingo, 26 de febrero de 2012

Carne asada -y demás- en "Lo de Charly"

Acabamos de regresar, cuatro de la mañana... nos sentamos en la mesa a las diez de la noche y nos levantamos a las dos y media de la mañana; nos chupamos tres botellas de Malbec -sí, tres- y comimos papas fritas hasta reventar, dos ensaladas de reputamadre, gigantes, extremas, mixtas como ley de igualdad de género y al punto de traer choclo, rúcula, chauchas, huevo duro, rabanitos, lechuga, cebolla, pepino, tomate, zanahoria, ajo, remolacha..., y también comimos un mix de chinchulines, vacío, morcilla, bife de chorizo, provoleta... y nada más porque uno explota, pero daba para todo lo que sigue: asado, lechón, ajíes, chorizos, pollo, pechito, bondiola, riñón, mollejas- porque la parrilla es libre -gastamos en total $230- y, aparte, está abierto ¡las 24hs!...... argentinamente demencial, liminar, aglutinante, casi vomitivo.... y, por supuesto, maravilloso... ¿no?
Yo sé que este país es un Caos; viví la híper de Alfonsín; la muerte eterna del final del turco que no voy a nombrar por el odio que me inspira ese asesino hijo de remil putas; el patetismo inepto de De la Rúa y El Colapso Total del 2001.... siempre lo fué, un Caos superlativo, una timba je, je, jé, un ejemplo magistral de entropía política; pero la verdad es que no lo cambio por nada ni por todo ni por ninguno. No he viajado mucho, pero he esperado un bondi en Florencia pasadas las cero horas -estamos hablando de una ciudad que existía cientos de años antes de que Colón llegara a América, y en su haber los Médici y el Papa y Rafael y Da Vinci- y tener que volverme a pata más de 30 cuadras y sin solución posible porque después de las doce bondis no hay...; conozco Chile, Uruguay, Brasil, un poquito de Bolivia... y si Dios me da vida volveré a todos ellos, porque amo Colonia, Montevideo, las Torres alienígenas del Paine y la bruma melanco de Valdivia y las langostas vivas de Puerto Montt, tanto como amo la transa electrónica de Ciudad del Este y los colores indígenas y puros, aún muy frescos, de Villazón... pero me quedo con la Argentina. Y no tiene que ver con una triste bandera hipócrita ni con el lánguido color del cielo tonto ni con el himno saborizadamente europeo que se encargó por decreto presidencial porque sino no había nada... tiene que ver con que acá está todo lo que necesito. Y en exceso. Y porque cada vez que me voy siempre falta algo, o mucho, o está mal hecho, o mal cocido, o suena mal; o simplemente la envidia lo transforma en una puta mala leche. Y porque sé que con seguridad en ninguna parte del planeta voy a encontrar una parrilla que esté abierta las 24 hs -del día y de la noche también, diría el difunto e impresentable Herminio-, ni un bondi que me traiga desde el culo del mundo hasta la esquina de mi casa -el 123, fiel como perro relojero- por menos de dos mangos. Y todo esto a mucha honra y sin orgullos patrioteros del culo ni banderismos del orto. Porque entendemos -mi chica y yo- que acá, en este país tan injustamente mal juzgado por sus habitantes, hay mucho para disfrutar y para encontrar, si se quiere, fácil felicidad mientras se espera el sobretodo de madera. Y olvidando la radio y la TV y el diario y el facebook demencial y la mala onda crónica y enferma, vamos viendo y disfrutando la comida, limpiándonos la grasa de la boca con el escudo humano y mudo y con la marchita cansadora y con la vetusta revolución armada, siempre tan aburrida y ajena como servilleta de papel tissue.... en fin, y para terminar que viene la fotito...: "esta sí que es Argentina"; "yo en Europa nunca cogí como acá, acá cogí más ¡whaaaaa!"....."yo quiero a mi bandera... planchadita, planchadita, planchadiita".......

Retratos sin luz

El sabado 18 al mediodía estuvieron comiendo un asadito en casa unos viejos amigos: El negro Esteban -black- con su esposa Silvana y Valentina, su hijita de dos años, y el Alfred, antiguo camarada musical y vecino del barrio... ellos dos fueron compañeros míos de un conservatorio años ha y Silvana, en la secundaria, compañera de Paula, mi mujer. Black y Sil tuvieron hace más de cinco años la brillante e inspirada idea de presentarnos a Paulita y a mi, por lo tanto, son los responsables de que esta relación exista -aunque no que perdure-.
La charla se prolongó hasta bien entrada la noche y recién ahí agarré la cámara. Creo que, aprovechando la escasa luz de una débil lamparita del jardín, me esforcé por hacerlos parecer bastante alienígenas -aunque yo parezco un pájaro en la última, un pájaro mutilado y borrachín-, quise que se vean un poco como el polimorfo invasor implacable de "The Thing", o como las agonizantes personas empotradas en las paredes de la maquinaria terraformadora de Alien 2 a la espera del parásito arácnido y su cruel depósito intestinal. Pero en fin, son humanos y son ante todo amigos... ya que por ahora -desgraciadamente- los aliens sólo existen en las películas.

lunes, 20 de febrero de 2012

El cementerio de Cachi en lo alto

Nos levantamos temprano en la mañana y desayunamos frente a la plaza, y desde allí caminamos hasta el cementerio que se encuentra subiendo por una callecita de ripio de aproximadamente un kilómetro de largo y que nace en un desvío del camino que enfila para Cachi adentro. Al mismo tiempo que subíamos comenzó a armarse en el cielo occidental una tremenda tormenta con negras y ciclópeas nubes amenazantes... conclusión: luz de mediodía con sol pleno en los primeros planos y fondos oscuros y nubes negrísimas en el infinito, situación ideal para saturar colores -sí, ya sé, yo me voy al carajo saturando colores, pero a mí me gusta así-. Ya he expresado en otra entrada acerca de la belleza de los cielos del norte argentino, el tremendo tamaño de las nubes, la increíble amplitud de la esfera superior... estas tomas son una buena muestra de ese cielo; y tal vez piensen que he subido demasiadas fotos de nubes y cielos, pero está bien, porque las nubes, entre tantas cosas, me emocionan hasta las lágrimas. Cachi me pareció un pueblito de ensueño, hermosamente criollo, logra mantener por ahora su identidad precolombina en casi todos sus aspectos: la comida, las calles, la música, su gente y sus costumbres, el color y la alegría en todo. Y el clima, ideal: de día soleado y fresco, y de noche a dormir con frazadas...