jueves, 29 de septiembre de 2016

Inexplicable Bahía Blanca

Consideremos el asunto: uno nace, llora, se alimenta, evacúa, crece, a los cinco o seis años empieza la escuela y estudia lo que otros eligieron que aprenda, sigue creciendo, se vuelve adolescente, rock & roll, explotan las glándulas pero nadie le explica el cómo, sólo “lo que NO”, se sigue creciendo entre tecnología asfixiante y millones de dudas, entre medios de descomunicación despiadados, con férreos códigos morales arbitrarios, se lee, se acaba la escuela y ya uno es un boludo de manual, se llega a la mayoría de edad, se descubren el alcohol y las drogas, o tal vez se descubran mucho antes de la mayoría de edad, uno intenta moverse de esa boludez impuesta pero por ahí un día deja embarazada a la novia y a los veintitrés años se encuentra en el espejo con la imagen de un crío que chilla lleno de verdes mocos y una mujer insatisfecha... uno trabaja, también, en una fábrica apretando tuercas o manejando un taxi o cagando a la gente, hay muchos trabajos de cagar a la gente, por ejemplo la policía, los abogados, los curas, los vendedores de autos, los comerciantes, los milicos, los políticos, los jueces y los carceleros y los maestros de escuela y los médicos, que son como los curas del siglo XXI.
Y un día uno lee y… ¿qué lee?... lo siguiente:
“Consideremos el asunto: uno nace”
Entonces, y sólo entonces, uno se da cuenta de que ni siquiera se explica el hecho de haber nacido… ¿porqué nacimos?... menos aún se explica todo el pandemonio posterior.
Ni hablar de la muerte y de lo que hay más allá… si hay.
En este contexto sucedió, también, Bahía Blanca: dos noches.
Un recuerdo bello, helado de invierno, con centenares de cuadras recorridas a pié, millones de estrellas y el amor muy cerca… tan cerca como la inexplicabilidad de todas las cosas.
Cenas en Bamboo a nivel reviente, besos, hotel, puerto, grato descubrimiento de la trágica y entrañable colmena humana.
Luego regresamos al silencio de Villa Ventana, pero ahí también era esto que también me pasa hoy, “la vida”, y tampoco encontramos allí –ni encontraremos aquí- la explicación.