miércoles, 14 de septiembre de 2011

Palomar de noche

A veces uno simplemente se siente mal. La necesidad insatisfecha de tantas cosas que no están más porque se eligió que no estén, pero que cada tanto su ausencia duele como duele un herida; o peor aún, pica... como pica el miembro ausente del que volvió amputado de la guerra. Y entonces nada satisface porque ¿como reemplazar un brazo, una pierna, un ojo?
Y como no se puede reemplazar lo que falta porque uno sabe que es peor que esté, se opta por mover las coordenadas arrastrando el cuerpo, apuntalando la voluntad bajo amenaza, enojado hasta con Dios y con la mirada confusa, lagrimeante.
Entonces se fué mi último alumno, me subí a la bici y me fuí a pedalear en busca de algunas fotos nocturnas, cerca, Caseros oeste, Palomar... mucho viento, gente temerosa regresando a casa, policía a la deriva, barrio militar y una luna amarilla mutilada día tras día hasta desaparecer. Un par de horas largas bastaron para regresar a casa con material fresco para trabajar mientras se cierra la herida y se secan los ojos... entretención, diría un sabio hindú. Y el consuelo caliente de la sopita que mi amor me preparó con tanto amor. Y ahora pienso: ¿de que me quejo?
Photobucket