lunes, 9 de julio de 2012

Retiro, Centro, Santa María y caminata nocturna

El asunto es así: hoy es lunes 9 de julio, feriado nacional, en el aire revolotea un olorcito a pollo a la parrilla que enseguida evoca el vino y también el fuego y los besos, pero nada de eso por hoy, exceptuando los besos. En un rato me voy de mi amigo el alfred a charlar de lo que charlan los amigos y encenderemos nuestras propias fogatas (recuerdo a Gollum: "no mire las luces, master, o caerá y encenderá su propia luz en las sombras"), por ende, siendo este un feriado anterior a las vacaciones de invierno, puedo decir: quiero más, necesito más, mucho, todo. Y en eso nada cambió, pues lo mismo quería a mis trece años...
Lo que sigue es lo que uno escribe mientras está "en eso", y vale para la ocasión, más abajo -¿arriba, abajo, al centro o adentro?- las borrachas impresiones pizzeras de rigor... ¡viva la patria!
En el tren, cerca de las 17hs, pasando por la estación Villa del Parque.
Voy escuchando Stereolab por enésima vez, y pienso en cuantas miles de cosas he vivido mientras estos primeros discos eran actuales. La luz es hermosa, y aunque me siento un poco alienígena, opto por el observar a la fotografía, aunque ya he hecho algunas tomas.
El sol se cuela por las ventanas de occidente como una flashera invasión amarilla y alegre; pasa un convoy rumbo a San Miguel, en el aire, a mis espaldas... dos niñas muy bellas reparten estampitas... sube -La Paternal- una numerosa familia pobre y llena de niños e incómodas bolsas que sólo cargan las mujeres...
Un poli del tren, uniforme y palo, se acerca y cierra la puerta de enfrente con un violento exceso de fuerza, provocando una estampida ruidosa y molesta. Es su nada sutil modo de dejar en claro frente a todos nosotros quién es el que manda en el lugar.
Stereolab tiene mucho de "texturas tímbricas intencionales", melodías armadas desde el timbre, los flangers están tan bien parametrados que es obvia su intencionalidad imitativa.
Llegamos a Chacarita, el tren se vacía en un 70 %, un señor porta un canasto en su cabeza equilibrista lleno de pan chipá. Sube más gente, demasiada para esta liminar estación. Un personaje visiblemente musulmán, con gorrito tejido, blanco y delicado, se sienta a unos pocos metros de donde escribo de pié. Porta una barbita tan, pero tan islámica que adivino que el tubo largo y forrado en nylon negro que lleva entre sus piernas es seguramente una flauta udú, una gran flauta udú de un metro y medio.
En Palermo Mahoma se vá al furgón, el sol cae, en el vagón, que es doble, no permanecen más de tres personas. Basta de cuaderno, a hacer unas fotos de la villa 31 desde el tren.

20:10 hs, Chacarita, pizzería Santa María. En la mesa de enfrente dos pibes con una chica, beben cerveza, ella se quiere ir porque -evidentemente- entre los dos no hacen uno. Medio borracha, insiste -¡me quiero ir!-, y los pibes nada, no saben ni que hacer ni que decir...
Vengo del centro. El mozo me cuenta que el 31 de julio es su cumpleaños y que ya compró una caja de Chandón, y que lo único que le preocupa es el siempre creciente volumen de su vientre, cultivado a base de empanadas salteñas y vino. Los chicos de la mesa de enfrente se proponen emborrachar a la chica, pero ella ya está borracha y pidiendo una fiestita a gritos... obviamente el miedo, en cuestiones de sexo y mujeres, siempre es muy mal consejero... y ya me estoy aburriendo, me voy a leer "Contacto".
21: 40 hs. Ella se fué, sola y triste, pero antes los invitó a una fiesta el domingo. Antes de irse quiso pagar la cuenta -un ejército de cervezas-, exibió un fajo de billetes de cien, y arrojó uno en la mesa. Los pibes se negaron tibiamente, aunque uno de ellos dudó. Finalmente les dijo que esperen su llamado en el celu. Si, chicos, esperen hasta que el Big Bang se convierta en Big Crunch.
22:45. Me voy a casa, caminando. Estoy saturado de mesas y gente y lectura y de pizza y moscatel. Siempre lo mismo, nada, todo, el medio y los extremos, cámara en mano, go to the west, espero sobrevivir, mil besos, adiós amigos... Dios los bendiga.