lunes, 21 de mayo de 2012

Lunes filosófico (fotos bajo la lluvia)

Que los lunes son un bajón, ya lo sé; si aparte ese lunes se sucede a unas mini vacaciones en Villa Gesell con una banda de amigos, entonces harto peor. Un ingrediente salvó la psiquis de la sepultura: un día gris y una lluvia inesperada. Entonces, ejercitando mi aceptado escapismo a toda prueba -digan lo que digan, mis pecados son los que me salvan-, escapé de mi casa como se escapa de la poli, cámara en mano, con las zapatillas todavía llenas de arena y la nostalgia atravesada en la garganta.
Pateando desde Caseros a Santos Lugares hice un hallazgo muy curioso: fotos, decenas de fotos tiradas por todo el piso junto a la vía, a una treintena de metros de la estación, fotos de un viaje, fotos de una madre y su hijo -o una abuela y su nieto-, dos hermanos -¿amigos?-, el payaso con cara de flash entre la hojarasca y montones de basura plástica que está ahí porque la tiramos nosotros... ¿de quién fueron esas fotos?, ¿como llegaron ahí?, ¿en que situación y contexto?... puedo imaginarme una joven suicida arrojando esa maraña impresa de recuerdos por la ventanilla antes de arrojarse ella misma bajo las ruedas del tren en la próxima estación; puedo imaginarme también a esas imágenes como el resultado de un violento asalto: la cartera de una dama portaría esas fotos, la dama tal vez ya fué incluso sepultada y yo hago hoy esas tomas bajo la garúa unos pocos días después completando el oscuro designio de un dios avejentado, confuso y aturdido por las infinitas plegarias acumuladas e imposibles de cumplir; puedo imaginarme esas fotos como el producto de una separación, un incesto, una demencia hasta senil, o, tal vez, una oscura impostura psicológica... imaginaciones de lunes por la tarde, oscuras, deprimentes, llenas de ahogo. Lo que no puedo imaginarme es el porqué -y esto se aplica a todo- llegan esas tomas a mi blog. Son tomas de anteriores tomas que se reinventan en otro contexto y así se justifican. Y como siempre llego al punto de no saber ni entender nada -no me hago el sabio, nada sé ni nada entiendo realmente- la pregunta queda como siempre, sin respuesta. Como tampoco tiene respuesta ni lógica alguna el amor, el trabajo, la amistad y la desdicha de los lunes, aunque uno salga a escaparle a la contra como a la peste.