viernes, 24 de noviembre de 2017

La secta de la forma

“Porqué”, me pregunto, pero nunca hay respuesta.
El agua en la hornalla se calienta, llegan las nubes, llora el perro del vecino, rueda el lavarropas.
Mi chica se embellece bajo la luz de la ventana, otro mate más, ladridos lejanos, una avioneta…
Si es un teatro en donde soy actor, director y aplausos, nunca lo sabré.
Nunca sabré porqué es verde el árbol, nunca sabré qué es el fuego, ni para qué existo.
La mente científica afirma en primera persona: “estoy vivo”… “hace 48 años que estoy vivo”
Pero no hay manual ni instrucciones. Y esa mente que tan sabionda afirma… ¿eso soy yo?
La sensación es la de haber sido envasado en un frasco demasiado pequeño, una forma demasiado simétrica y definida. Fui programado. Esto es así y aquello es asá, pero la realidad es que no hay forma -¿y la realidad de la realidad?... ¿cuál es real?-; el reino de lo sin forma nos rodea, no hay forma, o hay tanta como formadores de forma hay.
Casi todos mis amigos son formadores de forma. También casi todos mis familiares. Los profesores lo son, la policía y la milicia, los economistas, los sacerdotes de todos los credos, los líderes de todos los movimientos: formadores de forma.
Yo quisiera abandonar esa secta... para ser libre de cualquier forma.
Libre como las nubes, el agua y el viento.