domingo, 26 de agosto de 2012

Noche de garúa y trenes

Esto sucedió hace, creo, más de una semana. Pateamos desde casa hasta Saenz Peña, tomamos un café en la pizzería que está frente a la placita de la estación del San Martín, junto a la heladería Pacino, y de la cual no recuerdo el nombre aunque sí recuerdo que su fauna es de esas que a uno le energizan las ganas de seguir vivo; compramos un peluche y entonces, entre una fría garúa y un viento helado, caminamos hasta la estación Villa Lynch del ferrocarril Urquiza, rumbo a Chacarita, cuna de la muzzarella y del poder del moscatel.
Bastante beodos, volvimos en la misma línea con la intención de ver un film, bajamos en Avenida San Martin y caminamos hasta el shoping de Villa del Parque para descubrir que no hay trasnoche -entonces era sábado-, optando finalmente por un helado en Cadore, que no estuvo mal pero tampoco muy bien, ni cerca de la excelencia de antaño, aunque sí caro, carísimo.
Nos subimos entonces al San Martín -lo corrimos y trepamos mientras se escapaba a toda máquina, lo cual enojó a mi chica, porque esas cosas peligrosas no le gustan- y, rumbo al west bonaerense, aprovechamos para darnos montones de besos y reírnos y hacer todas esas cosas que hacen los enamorados en el tren, cuando es de noche y hace frío y se bebió mucho alcohol.