jueves, 9 de febrero de 2012

Monte Castro y Villa Devoto nocturno

Primero nos tomamos el 53 a la vuelta de casa hasta Lope de Vega y Lascano, nos tomamos un helado en heladería Italia, que tiene, a mi entender, el mejor dulce de leche de la capital federal -es caro, 24 mangos el cuarto, pero cuando vas por la tercera cucharada no podés dejar de sospechar que le metieron LSD o alguna droga similar- y luego de tomarnos un cuartito cada uno -y de resistir el imán que irremediablemente me atrae desde la pizzería El Fortín, justo a una cuadra- nos fuimos caminando al azar y a través de Monte Castro y Villa Devoto hasta Mosconi y Avenida San Martín, en donde nos tomamos el 123 que nos dejó en la esquina de casa.
La noche estuvo de alguna manera condicionada -aunque nunca empañada- por la muerte del flaco Spinetta, quiero decir que la luna era más luna, el silencio era más silencio, la oscuridad más negra y la soledad más irremediable -como si pudiese ser de otro modo-, pero también me sorprendí en varias partes del trayecto silbando alegremente temas del flaco: "Vivir sin tu amor", "No te pares tan cerca de mí", "Rezo por vos"... la verdad, no me sentí triste, me sentí extático, rodeado por una atmósfera limpia y culminante; y también me sentí lleno de dignidad... tipos como Spinetta me devuelven la fe en la raza humana. Y justamente, hablando con mi mujer, coincidimos que lo que más engrandece la obra del flaco es él mismo, su dignidad, su no-tranza, su coherencia toda.
Dejando la muerte de lado, si es que se puede, puedo concluír diciendo que salimos de casa a las 22:30 y que retornamos, llenos de noche serena -y de fotos- a las 4:30 de la madrugada, lo cual es un súper logro para una noche de duelo... -súper, súper-