jueves, 18 de mayo de 2017

Villa Ventana express

Se abre una ventana y uno, de tan loco que anda, se escapa.
Raja porque enloquecen los horarios, enloquecen las palabras, enloquece el ruido, el humo, el asfalto, la guita, el trabajo, las capas y más capas de desinformación, y de información basura, puteríos y desvergüenzas. Enloquecen las amenazas de una nueva guerra, de otra apocalíptica epidemia, el avance de la derecha, las balaceras en la calle y en la cancha, lluvias y tormentas.
Entonces se abre una pequeña ventanita y… ¡chau!
Lo comprendí cuando apareció el Tres Picos a mi diestra, detrás de la veloz ventanilla.
Más tarde también el fuego que armó mi chica… dicen –ella dice- que en el pasado, ese ideal pasado en donde el macho era un tío lejano y nunca un padre, ellas encendían las llamas… entonces todo giraba alrededor de las crías, del amor total hacia las crías.
Pasaron milenios, el macho es padre, el lenguaje está en masculino, la virgen es patrona y Dios es “El”… pero ese fuego que ella encendió no se parecía a nada de lo anterior –que es el ahora-... ese era un fuego primitivo, revulsivo, entregado y ancestral.
Ya no parimos crías sino entes de consumo. Lo saben las nubes, los plumeros, las abejas y los perros. Lo sabe la montaña, el vino y la masa que se eleva. Y los pájaros, como bien dijo San Francisco, siguen en plan orgullo… ¡no podés pararte a chillar en la cabeza de la virgen!
Cuando me convencí del todo y empecé realmente a ser feliz, ya estaba en el micro de vuelta, y al rato, en Liniers.
Como si nada hubiera pasado, como si no existieran otros sitios, como si la realidad viviera, para siempre, ahogada y reptante entre las grises calles de esta puta y entrañable ciudad.