domingo, 12 de marzo de 2017

Universo paralelo

La tormenta llegó con un termómetro marcando los cuarenta grados… negra, roja, verde, amarilla, apoteósica, agorafóbica. Luego el marcador se fue relajando –le llevó su tiempo- y unos días más tarde, y ya con Febo a la cabeza, se equilibró en los veintitantos. El fin del verano es así. Pienso “cuantos fines de verano vi”, y luego “cuantos fines de verano más veré”. Y mientras baja la temperatura –y los pensamientos, como siempre, nunca cesan- siento el llamado del asfalto, o de la tierra que se ahoga debajo, o del río-autopista con su pestilente devenir de polución sonora. Me pregunto al borde del río-simulacro: “¿somos conscientes que avanzamos gracias a la sangre de los dinosaurios?”… una vez alguien me dijo: “el petróleo es la sangre del planeta”… entonces, aparte de una parasitosis, la humanidad sería vampírica, y eso para correr carreras, conectar la tierra, achicar distancias, y que sea ¡ya!
La tormenta se fue, claro, siempre se va, y el sol brilla. Entonces la gente baila, festeja, afirma el control de la tribu urbana. Mientras tanto las flores erectan sus pistilos y las monjas acuñan nuestros niños, tal vez para salvarlos del superior (macho y pederasta) que escucha y castiga en nombre de otro Señor, esta vez con MAYÚSCULA.
La naturaleza nada entiende sobre este asunto, se mantiene en un universo paralelo, y eso frente a nuestros ojos. La naturaleza no acumula, la naturaleza madura y regala sus frutos, la naturaleza no reprime, no juzga, no culpa ni condena. La naturaleza no conoce a Eva, ni a Mujica, la naturaleza no respeta las imaginarias líneas que dividen el mundo… ¿Argentina, Chile, Dinamarca, Groenlandia?... nada de eso. Pero entonces una pared me increpa: “Y si te morís mañana, hoy qué?
No es respuesta “Gino Bogani”, pero podría serlo para la publicidad. “Muero por el Indio Solari” llora una chica en una vereda cualquiera. “Muero por Gino Bogani”, diría una Barbie cualquiera en la puerta de una afamada perfumería parisina. Y así todos morimos por algo, pero el asunto es: “¿Y si es mañana, hoy qué?”
Hoy seguiré con mi mate –y con la pava-, seguiré con mi guitarra, si se puede, y con las palabras, si se puede, y con las imágenes, si se puede, y con los amigos y las pizzas, y las risas y el amor y todo eso si se puede, y así hasta que se esconda el sol.