viernes, 30 de mayo de 2014

Un domingo solo

Ella se fue y me quedé solo,
rumiando mi dolor.
Mi dolor, ese que brota del corazón, es sólo mío;
a nadie puedo culpar ni acusar por mi ceguera...
Y es que lo soy: ciego.
También soy sordo, y mudo,
y tiemblo.
Por eso, Señor, ten piedad de mi.
Me has regalado la vida, a vos te pareció bueno, Señor Dios.
Entonces te pido que me contagies ese amor,
no te pido ni perfección ni merecerlo... ¡no!
sólo haz que yo ame, a mi y a todos, cada día más,
como vos me amás, porque si, porque me hiciste a tu imagen y semejanza, porque te pareció bueno.
Una bella gratuidad.
Y lo demás, es vanidad.
Perseguir el viento.