domingo, 11 de agosto de 2013

Una noche en el paraíso

La noche del 22 de enero fue una noche de cerveza boliviana y de vino tinto; del humo de unos cigarros muy raros encontrados en un cajón del hotel solo; de banda de sonido de millones de violines interpretados por millones de grillos, ese sonido que es silencio que suena... y de oscuridades dichosas, y sombras quietas, y vos y yo susurrando entre los besos y la soledad y la charla, tan lejos del origen frente a cerros invisibles e infinitos pero poblados por pequeñas luces brillantes, delicados faros que dan cuenta de los nidos distantes... hogares gloriosos en donde se puede adivinar una familia que sueña, un huerto bajo los astros, una comida caliente, un fuego encendido, el crepitar de la madera y la llama.
Coroico es, tal vez, uno de mis lugares en el mundo. Me duele su recuerdo porque me duele el rugido del 123 que pasa raudo por la avenida mientras escribo.