domingo, 29 de enero de 2012

Viaje a Salta

Superar el miedo a volar puede ser un mal insoslayable, un arduo sufrimiento ininterrumpido por la irracionalidad del temblor, por el repaso de las mudas estadísticas, por la inminencia de la catástrofe, por los pensamientos gritando al unísono -todos- y contra todo pronóstico: -¡ésta es la excepción a la regla!¡moriremos!... no es que no confío en el vuelo, basta un rico honguito mexicano para batir alas hacia regiones aún no exploradas por pesados y contaminantes pájaros mecánicos, pero no logro confiar en la técnica... ni en el ser humano que pilotea la cosa. Y sin embargo el viaje estuvo bien, por lo menos el de ida. Despegamos en pleno mediodía del Aeroparque Jorge Newbery y volamos durante poco menos de dos horas hasta el Aeropuerto Internacional de Salta. Hacer fotos desde la ventanilla del avión ayudó bastante a superarlo aunque es bastante dificultoso por dos motivos: la ventana es muy chiquita, primero, y condenadamente gruesa, segundo, lo que le da a las tomas una niebla plástica corrida hacia el cian bastante imposible de quitar.