Un domingo por la mañana -"parece que fue hace un millón de años" diría Kurtz respecto de sus gardenias celestiales- lo vi desde el auto. Viejo, irregular, descascarado, entronizado y a punto de desaparecer en una mohosa pared de una antiquísima casona abandonada también a punto de desaparecer. Imaginé a dos muchachas y un amor dolorosamente resistido por el temor al entorno. En otra pared, un mensaje a medio borrar y del mismo puño y letra: "El amor que nos negamos es nuestro impulso para cambiar el mundo"...
Dejo a las chicas enamoradas, no sin antes desearles un pleno y amoroso presente, y me voy al resto... Beto peluchón en su eterna siesta; la casa vacía sin vos; la luna gris flotando, siempre bella y muda; una hoja-circuito rumbo a la eternización de su presente eterno; un desconocido gato posando para mi foto; Luna observando la mañana, también posando; geometrías antojadizas de la luz; saltando la liebre; Mamá Antula en el templo superior de Lourdes en Santos Lugares, también ahí María la sufriente y entre espejos... y la nave central, blanca y marmórea, a punto de saltar hacia el híper espacio sideral. Y el bebé de Nevermind tratando de manotear el billetón, un poco deformado por la pincelada conurbana.